Dso-38 – MENSAJE POR LOS 200 AÑOS DEL ENCUENTRO ENTRE MANUELA SAENZ Y EL LIBERTADOR SIMÓN BOLÍVAR – 16 de junio de 2022

Queridos compatriotas, queridas compatriotas.

Hago un alto en esta gira euroasiática para unirme al pueblo de Venezuela que hoy recuerda con pasión uno de los acontecimientos más hermosos en la vida del Libertador de América, nuestro padre Simón Bolívar.

Se cumplen 200 años del primer encuentro, allá en Quito, del invicto General Bolívar con una mujer revolucionaria y que lo esperaba para luchar en el sur: Manuela Sáenz de Vergara y Aizpuru, fiel combatiente de la causa antiimperialista que no tardaría en revelarse como el gran amor de Simón. Amor virtuoso que sólo un hombre y una mujer así podían sentir y cultivar. Una pasión antecedida y desbordada por el amor supremo: el que se siente por la patria y las causas justas, como la independencia.

A quienes seguimos la vida del Bolívar militar, político, pensador, nos consta su coraje en el combate, su lucidez en el campo de las grandes ideas jurídicas y geopolíticas y en igual medida somos testigos de su manera de comprometerse y entregarse por la causa libertaria de nuestra América. El Bolívar humano, sensible, afloraba en cada ofensiva bélica, en cada proclama pública y cada gesto con los amigos y aliados. Ese Bolívar humano siempre estuvo movido por la fuerza del amor.

Siendo uno de los más grandes herederos de Caracas dejó sus posesiones, sus privilegios de clase, su riqueza, en suma, para ponerlos al servicio de la patria. Del mismo modo hizo con su vida personal: luego de enviudar tempranamente en 1803, tras dos 2 años de noviazgo y 8 meses de casado, juró por la memoria de su esposa María Teresa del Toro, no volverse a casar jamás. Los años que vinieron prepararon su alma, sin él saberlo, para un destino heroico, para una tarea redentora que trascendía su existencia individual. Y es imposible no pensar en la soledad del héroe.

Para Bolívar nada estaba por encima de la Gran Patria. Y esto le costó una vida de incomprensión, intrigas y traiciones, pero también gracias a esa fidelidad, una mujer con la estatura de su alma y su coraje pudo ver en ese corazón solitario la necesidad de ser amado: Manuela Sáenz.

Luego de triunfar en Carabobo, el Ejército Libertador emprendió La Campaña del Sur sumando nuevas victorias para sellar la independencia latinoamericana. El 7 de abril de 1822, con el valor y arrojo de las tropas patriotas en tierra neogranadina, triunfó en Bomboná contra el ejército realista y avanzó su marcha hacia Quito. El 24 de mayo, en las faldas del volcán Pichincha y con el mando del Mariscal Antonio José de Sucre, nuevamente los patriotas derrotaron a los realistas, liberando Quito.

El 16 de junio de 1822 Bolívar arribaba con el entusiasmo de caminar sobre una naciente República: Colombia la Grande. Una ciudad adornada de flores, un gran cortejo militar, un pueblo en la calle agradecido y una mujer capaz de mirar dentro de su alma como nadie más podría hacerlo, le daban la bienvenida a ese mito viviente al que todos reclamaban como su Libertador. Ni los redobles de tambores ni el camino de rosas tendido ante sus pies lo conmovieron tanto como el candor de aquella quiteña que lanzó sobre él una corona de laureles. “Si todos mis soldados tuvieran esa puntería, yo habría ganado todas las batallas”. Así le respondió Bolívar, galante, sin saber que estaba diciendo una verdad histórica.

Manuela fue su par, su confidente, la guardiana de sus archivos y secretos, la expresión más pura de lealtad. Llegó a ser coronela por su valentía, salvándolo de la muerte tras un intento de magnicidio. Con ello Manuelita Saénz rescataba a la República convirtiéndose en la Libertadora del Libertador.

Yo diría que nunca antes me he sentido tan seguro de mí mismo como ahora, que confidencialmente hago esta declaración. ¡Simón se encuentra enamorado!”. Así lo escribe de puño y letra El Libertador a su hermana María Antonia. Y puso los hechos tras las palabras al llevar consigo ese amor perdurable, consecuente y liberador hasta su lecho.

Llegó al final de sus días unido en alma con su amada Manuela. “Donde te halles, allí mi alma hallará el alivio de tu presencia, aunque lejana”, así le dice en una de sus últimas cartas.

Fuese otra la historia de la patria sin este amor de gigantes que ahora continúa en cada corazón de las venezolanas y venezolanos.

Hoy, Simón y Manuela se abrazan de nuevo en esta tierra sagrada del Panteón Nacional, acompañados por este pueblo que el 5 de julio de 2010 llevó a nuestra Generala de División del Ejército Nacional Bolivariano al Panteón Nacional.

Se abrazan y la patria se hace grande al recordarlos con pasión viva. Que esa llama siga ardiendo y nos inspire, nos ilumine con su patriotismo para las nuevas luchas que vienen.

¡Que vivan Manuela y Bolívar! ¡Que viva la Era Bicentenaria! ¡Que viva la Patria de los héroes y heroínas que ayer y hoy luchan y vencen con la fuerza del amor!